9.3.09

Y así nos va.

Cuidado con el perro -
Prohibido pisar el césped -
No tocar.

Carteles como conciencia extendida cuyo objetivo último fuese perdurar allí donde nos imaginamos libres, en los extramuros de nuestro propio yo, florecen y se enquistan a las raíces de lo simple y lo perecedero.

Cuanto más, me digo, no debieran sobrevenirnos algunas situaciones prendidas de un pasquín similar: Cuidado con el desequilibrio - Prohibido perder los nervios - No imaginar. Pero no, ni mucho menos hallamos una flor de pasta al colocar el primer pie en el trapecio, nada nos pone sobre aviso de la aviesa inclinación que tirará de nosotros hacia el oscuro báratro sin que apenas hayamos acostumbrado nuestra vista a la luz focal de la estancia.

Hay una abertura y fluimos por entre sus límites, cándidos, creyéndonos portadores de un brebaje mágico que, en proporción igual a la sangre, recorre nuestro organismo dotándonos de inmunidad.

Tal vez un distintivo a las puertas del momento, un estandarte de imborrables colores colocado justo antes, nos permitiera, si no evitar el trance, sí acudir a la insoslayable batalla provistos de alguna predisposición singular que, por aparatosa, siempre sacamos del bolso en el último momento para dejar sitio al set de maquillaje.

¡Bah!, todas estas nimias figuraciones mías tienen el final en su principio: ¿acaso hacemos algún caso de los preavisos?: para hacer del fuego realidad tenemos primero que quemarnos. Y así nos va.

4 coordenadas:

Diego A. Pascual García dijo...

...lo que está claro es que tras leer algo así el viento nos cambiará al menos la posición...

Trenzas dijo...

De acuerdo. No podía ser de otra manera :)
No sé si sería bueno para la imaginación hacer caso de los preavisos y, tal vez por eso, nos los saltamos. El peligro se compensa con el misterio de lo que nos espera ¿Un mordisco, una multa, una mano que contesta al tacto...?
Muy bueno, como siempre tú, preciosa.
Un abrazo bien fuerte

Ra dijo...

Nunca hacemos ni haremos caso de lo que nos digan. Así de claro.

Aprenderemos con nuestra propia experiencia, no más.

Minerva dijo...

Los imperativos...esos verbos tan antipáticos, enquistados al final de las conjugaciones...y es que hasta en verbos como amar, el brillante infinitivo, se convierte en grosería "ame", "amad"...

Un saludo, Noria, siempre inquieta. Tus entradas son como música
para los ojos.