25.3.09

El lector (o Historia Universal)


10’55 h. Atraviesa, puntual, la puerta de la biblioteca. Ropa informal, gafas de cerca. Paso seguro. Echa un rápido vistazo al horizonte de libros para descubrir, con satisfacción, que su sitio está libre. La esquina de una de las largas mesas de estudio que da justo al lado de la estantería de Generalidades. No lleva nada consigo; nada que colocar sobre la mesa limitando, así, su espacio; nada que marque el fin y el principio del territorio que le pertenece entre aquellas dos decenas de individualidades que el destino ha hecho coincidir en el mismo espacio-tiempo.


Arrastra la silla con un leve lenguaje sonoro: lrriii, lrriii. Antes de sentarse, del último estante coge uno de los tomos de una colección ilustrada cuyo lomo reza: “Historia Universal”. Busca su marca por entre las últimas páginas; la esquina de una hoja levemente doblada le pone sobre la pista; por fin, encuentra el lugar exacto de su última lectura el día anterior, y allí desaparece.


11.15 h. Cierra con suavidad el libro que regresa en silencio a su lugar al igual que la silla verde (lrriii, lrriii).


Mientras le observo desandar el camino hacia la puerta de la biblioteca un día más, imagino que su tiempo no es más que un reflejo del mío: las últimas páginas del tomo 8 de la Historia Universal ilustrada.



3 coordenadas:

anaís dijo...

Me encantan estas personitas anónimas de hábitos ordenados y costumbres apacibles.
¡Y qué bien lo cuentas! Impecable desde la primera a la última palabra.
Y me encantas tú.

Noria dijo...

extraordinaria tú, que entiendes y amas el lenguaje de las pequeñas cosas y los destellos de vida de los detalles.

te quiero, poeta.

Ra dijo...

Los detalles son los que nos definen y diferencian.

Echo de menos el olor de las bibliotecas... qué tiempos aquellos!