21.4.08

No cubrir


A veces tengo frío,
descosidos
o llamadas perdidas
de las que no consigo despertar.

Pasan a mi lado, raudas,
como una ambulancia
de urgencia,
y su sirena me acompaña después durante horas.

Imagino entonces que soy una autopista
hecha de mármol negro
por la que resbala la luz,
y la sirena
se transforma en un eco imparable y febril
que retumba llenando mi huecos
aunque yo no quiera.


A veces tengo
una circunferencia invertida que me trae de cabeza,
y un mundo diminuto
bajo mis manos.

La gravedad continúa trabajando
aunque sea domingo.

Mientras, estiro mis dedos
tratando de aferrarme a una nube de lluvia
a la que ordeñar;
y que el líquido elemento
convierta en rotos y helados charcos
mis llamadas perdidas.

3 coordenadas:

Anónimo dijo...

ando hermética últimamente, la última vez que salí al mundo me asusté tanto que salí corriendo y me he perdido, pero me están buscando... por eso no sé decir mucho más que me gusta venir por aquí y leerte, unas veces paseando y otras a empujones (pero vengo). y como tú me regalas esas cosas que escribes y que generalmente tanto me gustan... yo, que estoy hermética, te lo agradezco con otro poema, aunque sea robado.

:*****

CONJURO CONTRA EL MAL DE ALTURA

No podían culparme si llegaba
un poco tarde a alguna cita:
era sabido que escogía siempre
el camino más largo
-aquel que atraviesa una montaña
pasando por la cumbre-,
aunque la cita fuese dos calles más abajo.
A pesar de ello, quise poner remedio a tanta incorrección:
me aficioné a los vuelos interiores.
Para facilitarme los desplazamientos
compré una buhardilla junto al aeropuerto.
Claro que mis amigos continuaban
citándome en el centro, y yo
tenía que explicarles mi retraso amparándome
en la saturación del tráfico aéreo.
Eran muy comprensivos y, por mi cumpleaños,
me ofrecieron un ala delta. Me mudé
a un vigésimo quinto,
un sueño VPO, esquina de la calle Alta.
Pero el problema, entonces, fue
la dirección del viento.
A la cita llegaba arrastrando mi traje de polivinilo
cuando todos se habían retirado.
Cuando, al fin, descubrí los viajes astrales,
pensé que todo cambiaría.
En cuestión de segundos alcanzaba la altura
de los cometas y me hallaba
flotando a diez mil metros
por encima de mí.
Hubo un inconveniente: me olvidé de las citas.
Mis amigos me hacían señales con las manos
y agitaban pañuelos como para un adiós.
Por fortuna volví, vomité mil estrellas
y los nombres de todos los dioses celestiales.
Desde entonces procuro calzar botas de plomo,
me sumerjo en un baño de arena cada tarde
y de noche repaso
a conciencia laCrítica del Juicio.
No llego tarde, ya, a las citas,
mas procuro evitar que sean
en parques con palomas o gorriones
o testigos de algún Impostor de altos vuelos.

Chantal Maillard

LauRaiz dijo...

solo puedo decir: plas plas plas
Me gusta q vuelvas a escribir cosas así...

Habrá que encontrar el modo de invertir esa gravedad o tal vez cambiar de medio para que ella cambie también...

Trenzas dijo...

Bueno..., ¡perfecto...!
Cada vez mejor, sin duda.
Excelentes imágenes verbales que brotan como si escribir fuera un juego para ti.
¿Qué hay de ese libro...?
Me encanta venir y ver lo bien que manejas el difícil arte de escribir poesía.
Un beso enorme, poeta.